La calculadora ya no da abasto. Está que echa humo de tanto hacer cuentas imposibles. Y mientras tanto, millones de corazones peruanos palpitan a ritmo de angustia, de recuerdos, de nostalgia pura. Quedan dos partidos, apenas 180 minutos, y la selección peruana se juega algo mucho más grande que una clasificación: se juega el alma.
Sí, lo dicen los números fríos y crueles: necesitamos un milagro. No uno chiquito, no. Uno de esos que hacen temblar la tierra. Para rasguñar siquiera el repechaje, tendría que pasar una combinación tan enredada como un nudo marinero mojado. Casi imposible. Pero claro, los peruanos ya han bailado con la adversidad antes… y no siempre han perdido.
Esto no es solo fútbol. Esto es una despedida que duele y emociona al mismo tiempo. Es la última vuelta del capitán eterno. El último rugido de Paolo Guerrero, el "Depredador", ese gladiador que hizo de la camiseta nacional su segunda piel. En septiembre, frente a Paraguay, jugará su último partido con la blanquirroja. Y ese día, el cielo llorará... pero también sonreirá.
Lo que queda no son solo partidos, es historia viva
Quedan dos encuentros. Dos. Nada más. Pero cargan con el peso de toda una época gloriosa. Son el cierre de un libro que emocionó a millones y, tal vez, la página en blanco donde se empezará a escribir uno nuevo.
Y aunque la tabla diga que estamos novenos, que ya no hay nada que hacer… ¡mentira! Lo que hay es orgullo, respeto, coraje. Lo que hay es una camiseta que pesa más que cualquier cálculo matemático. Jugar contra Uruguay y Paraguay no es fácil, pero jugar por Paolo… eso sí que lo cambia todo.
Una actuación brillante, un gol agónico, una barrida salvadora… cualquier cosa puede encender otra vez la llama. Porque el fútbol, cuando se juega con el corazón, es capaz de mover montañas.
Paolo Guerrero: el hombre que se convirtió en símbolo
Cada minuto de estos partidos será oro puro. Y cada pase, cada remate, cada mirada al cielo de Paolo será historia. Para miles será la última vez que lo vean sobre el césped con los ojos brillosos. Porque él no solo jugó: luchó, resistió, amó esta camiseta con una intensidad que no cabe en palabras.
¿Quién es Paolo Guerrero para el Perú? Es el tipo que nunca bajó los brazos. El que corrió hasta que le dolieron los pulmones. El que nos llevó de vuelta a un Mundial después de 36 años. El que marcó 41 goles y se metió en 129 batallas con la blanquirroja. El que nunca, jamás, se escondió.
Y ojo, que su legado no se mide en goles. Se mide en las lágrimas de alegría, en los gritos de gol, en los abrazos de desconocidos en la calle. Se mide en la piel erizada, en la garganta rota de tanto alentar, en la esperanza renacida.
El equipo se alista: entre tácticas y emociones
El cuerpo técnico no la tiene fácil. Hay que preparar al equipo para enfrentar a dos rivales bravos, con hambre, con garra. Pero también hay que preparar el alma. Porque cuando se va un ídolo, el vestuario se sacude.
Óscar Ibáñez ya tiene claro que la defensa necesita una mano urgente. Y que en ataque hay que afinar la puntería. Porque no vamos a tener muchas chances, y las que lleguen… hay que mandarlas al fondo de la red sin pestañear. Así que probablemente veremos un Perú ordenadito, esperando agazapado, listo para salir disparado como un rayo en cada contra. Y ojo con la pelota parada… puede ser el as bajo la manga.
El tributo que Paolo se merece
Ya se rumorea que la Federación prepara algo especial. ¡Y cómo no! Si este no es un jugador más. Es probable que, antes del partido con Paraguay, haya una ceremonia de esas que te aprietan el pecho. Quizás le den una placa, una camiseta enmarcada, o le pasen un video con sus goles más épicos. Lo que sí es seguro es que va a haber lágrimas. En el estadio, en la calle, en cada rincón del Perú.
Y seguro también llueven los mensajes. Farfán, Pizarro, Gareca, los de antes, los de ahora. Todos van a querer decirle "gracias" a su manera. Porque Paolo no es solo un capitán. Es un hermano, un símbolo, un guerrero.
¿Y ahora quién toma la posta?
Y claro, cuando se va el referente, aparece la pregunta que nadie quiere hacer, pero todos piensan: ¿y ahora, quién será el ‘9’?
Ese hueco es grande. No solo por los goles, sino por la personalidad. Por la voz fuerte en el túnel antes de salir. Por el grito de aliento cuando todo parece perdido.
Ya suenan algunos nombres: Bryan Reyna, Joao Grimaldo, Zanelatto, Liza… Hay talento, sí. Pero necesitan tiempo, confianza y… esa chispa. Esa que tenía Paolo cuando se calzaba los chimpunes y miraba al rival como si fuera el último obstáculo antes de la gloria.
El cierre de una era, el inicio de otra
Estos 180 minutos no son cualquier cosa. Son la frontera entre lo que fue y lo que puede ser. Son una despedida con sabor a futuro.
Porque esto no es solo fútbol. Es historia, es emoción, es identidad. El adiós de Paolo Guerrero no es una simple salida. Es una transformación. Un nuevo punto de partida. Un equipo que tendrá que aprender a caminar sin su guía, pero con su ejemplo tatuado en el alma.
Y aunque el futuro sea incierto, una cosa es segura: la garra de Paolo se quedará para siempre en cada grito de gol. En cada niño que sueña con vestir la blanquirroja. En cada corazón que late con fuerza cuando suena el himno.
Gracias, Paolo. Por tanto. Por todo. Por siempre.
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